Sobrevivir en tiempos de pandemia

Según varias encuestas sobre salud mental realizadas, más de un 70% de la población encuestada ha tenido o tiene síntomas provocados o derivados de la pandemia.

Todos estos datos no son necesarios para reconocer que la pandemia nos está afectando a todos en mayor o menor medida, pero sí son significativos porque nos dan una idea del efecto traumático de la pandemia.

El miedo, la incertidumbre, la impotencia o indefensión ante la situación, la rabia, la culpa, el duelo y la pena… son emociones naturales y normales en una situación como ésta y seguramente todas las personas hemos pasado por periodos o etapas donde hemos sentido algo así.

Una situación de estrés crónico como la que estamos viviendo, también genera reacciones fisiológicas. Eso implica vivir con una alerta permanente ante el miedo a contagiarse o contagiar el virus.

La muestra más clara de éste estado de alerta lo podemos ver en las personas que llevan la mascarilla en espacios abiertos. Quitarse la mascarilla cuando no hay nadie en la calle, activa el estado de alerta en estas personas. Nuestro cerebro ha asociado que la mascarilla nos protege y aunque la situación de la pandemia sea muy diferente ahora, hay personas que siguen viviendo como si nada hubiera cambiado. Algo parecido les pasaba a los veteranos de guerra cuando volvían a sus casas. Ellos seguían viviendo como si todavía hubiera guerra.

Nuestro Sistema Nervioso Autónomo nos prepara para sobrevivir física y emocionalmente a las situaciones de peligro, pero como su propio nombre indica, funciona de manera autónoma. No es una cuestión de voluntad, ni de fortaleza, ni de salud o enfermedad. Se activa de manera automática siempre que estamos en peligro.

Por eso es importante entender que la activación o desregulación que se produce, ocurre sí o sí y no depende de nosotras, sino de la propia situación.

Las reacciones que podemos observar cuando estamos alerta son el un aumento de la frecuencia cardíaca; la respiración superior, superficial y rápida; cambios en la temperatura corporal, aumentando la sudoración y el calor; dificultades en el aparato digestivo y sensaciones de tensión muscular y dolor producidas por este aumento de activación del Sistema Nervioso Simpático.

A nivel emocional, ésta alerta constante nos puede producir irritabilidad, hiperactividad, miedo, angustia, labilidad emocional, problemas del sueño, falta de concentración, cansancio, apatía… que con el paso del tiempo pueden derivar en trastornos mentales relacionados con el trauma.

La pandemia de por sí está disparando un amplio abanico de diagnósticos como el Trastorno por Estrés Postraumático, El Trastorno adaptativo, El Síndrome de Burnout, Hipocondrias, Duelos traumáticos, ambiguos y congelados, Trastornos Somatoformes, Depresiones, Trastornos de ansiedad, Trastornos del control de los impulsos, Suicidios, dependencia a sustancias, etc.

Todo esto sería más llevadero si contáramos con apoyo social. Si tuviéramos una buena red de amigas y amigos que nos cuiden, apoyen y nos hagan sentirnos contenidos y comprendidas.
Pero si hay algo que se ha visto afectado en ésta pandemia es precisamente la conexión social. Las conexiones sociales de calidad son un gran recurso regulador de nuestro Sistema Nervioso. Es algo que nos calma y que la propia pandemia ha convertido en una situación peligrosa.

El conflicto entre la necesidad de vincularse y el miedo al contagio puede llegar a bloquearnos. Decidir qué hacer cuando se declara éste conflicto interno, nos puede afectar de tal manera que dejemos la decisión en manos de los demás (amigos, madres, padres, gobiernos, médicos…) lo que significa renunciar a la necesidad por miedo al contagio y sus consecuencias.

El riesgo de todo esto es que la propia necesidad de contacto quede bloqueada de manera inconsciente, ya que como apuntan algunas investigaciones, cuando una necesidad afectiva o social no es satisfecha, anulamos la propia necesidad para poder sobrevivir emocionalmente. Y además, cuando la propia necesidad de contacto se ha convertido en peligrosa, no sabemos de qué manera va a quedar contaminada aunque no quede anulada como tal.

Las redes sociales aunque estén paliando la falta de conexión real, no pueden sustituir ni cubren ésta necesidad de vincularnos que tenemos las personas, ni nos proporcionan el bienestar que obtenemos de las relaciones naturales.

Por eso es importantísima la Psicoeducación. Es importante saber que todo lo que nos pasa es reactivo. Es la manera natural de adaptarse a una situación de estrés crónico y máximo.
Además, no es culpa nuestra. Todo lo que sentimos que ha cambiado psicológicamente desde que empezó la pandemia son reacciones naturales ante una situación que pone nuestra supervivencia en peligro. No depende de cómo seamos. Son reacciones universales en todas las personas del mundo.

La pandemia nos afecta a todos pero sobre todo a las personas que tienen menos recursos económicos, sociales, familiares y personales. Porque a la larga, quien mejor sobrevive a una situación traumática es quien más recursos tiene. Y no hay vacuna que nos inmunice del sufrimiento emocional.

Lo único que podemos hacer es reconocerlo y tratar de compensar los efectos generando nuevos recursos y sobretodo trabajando para manejar el miedo crónico por su efecto directo al Sistema Inmune. Ya que el estrés crónico es un predictor de un Sistema Inmune débil.

Es cierto que las situaciones de crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas. Es difícil sacar lo mejor cuando estamos todos los días enfocados en lo que nos da miedo, nos enfada, nos deja impotentes, nos limita, nos recorta las libertades más básicas. Es difícil ver más allá o más acá que eso. El zoom hace que nos perdamos en los detalles y no podamos ver la globalidad.

No podemos cambiar nada si no tenemos conciencia de lo que ocurre. Y el estrés no nos permite parar para pensar en cómo nos está afectando ésta pandemia; en lo que ha cambiado en mí forma de ser; lo que ha cambiado en mi manera de sentir y en mi manera de pensar. ¿Y en mis actitudes hacia los demás? ¿Y en el sentido que le doy ahora a la vida?

Sin conciencia no hay nada que hacer. Si no nos damos cuenta que nos afecta a todos en mayor o menor medida no vamos a entender los comportamientos, actitudes y reacciones emocionales desproporcionadas.
Poder relativizar y comprender que hay personas que están especialmente saturadas o sobrecargadas y están perdiendo el control por esa razón, nos va a ayudar a no tomarnos a personal esas reacciones.
Intentar ayudarnos es especialmente importante ahora, porque no se supera una situación traumática sin apoyo social.

Y además hay mucho duelo que hacer porque todos hemos perdido libertad, salud, seguridad, confianza, bienestar y satisfacción general con la vida.

Siempre hay pérdidas peores, que son las vidas humanas, pero no podemos minimizar todo lo anterior, porque todo eso le da sentido a nuestras vidas. Y una vida sin sentido, es una vida vacía.
Olga Rey Valenciano