¿Trauma o duelo?

Mucha gente habla de trauma o de estar traumatizado sin saber muy bien lo que es. Hemos oído varias veces que alguien se ha quedado traumatizado porque le dejó su novia, o porque se murió su madre, o porque le han echado del trabajo… pero eso no es trauma. Estos casos entran dentro de la definición de duelo.

El trauma está provocado por situaciones de estrés máximo que ponen en peligro la integridad física y/o mental de la persona, (en un accidente de coche cuando hay velocidad, lo que se siente es que te puedes matar) y que producen terror y/o impotencia o indefensión. (Tu cerebro decide que tienes que huir o luchar y si no hay posibilidades de hacer eso, te disocias del todo y te colapsas).

          “El trauma psicológico es la experiencia individual y única de un incidente, una serie de incidentes o un conjunto de condiciones duraderas en las cuales: Se sobrepasa la capacidad del individuo de integrar su experiencia emocional, es decir, su capacidad de mantenerse presente, comprender lo que está sucediendo, integrar sus sentimientos y darle un sentido a su experiencia”.
Saakvitne et al, 2000

En un duelo no sucede eso. En el duelo puedes pensar que te mueres de dolor, pero sabes que no te vas a morir. No hay una amenaza externa que pone en peligro tu vida aquí y ahora. Una cosa es tener la sensación de vacío y otra es alguien te aborde ahora en la calle con una pistola.

La sensación de vacío te puede parecer cercana a la experiencia de “me estoy muriendo”, pero no hay una reacción de tu Sistema Nervioso Autónomo automática y programada para garantizar tu supervivencia. El duelo es más emocional que corporal, y el trauma, ante todo y pese a todo… es corporal.

Es corporal porque nuestro Sistema Nervioso Autónomo, nuestro cerebro mamífero, está programado para reaccionar en milisegundos ante una amenaza de muerte. Y lo primero que va a decidir hacer cualquier cerebro mamífero si tiene una vía de escape, es huir de la amenaza.
Lo hemos visto en miles de pelis. Alguien se pone a disparar en las calles de New York y todo el mundo sale corriendo sin pensar y sin dirección. La única dirección posible es la que nos aleja de la amenaza. (Lo que nos lleva a tirarnos por la ventana de un quinto piso si hay un incendio y no hay más alternativa).

Si no hay posibilidad de huida, la siguiente reacción automática de nuestro Sistema Nervioso Simpático va a ser la de intentar luchar.
Lo automático va a ser defenderse, gritar, pegar, llorar, volver a intentar buscar una salida para huir… pero sólo en el caso que se pueda evitar el peligro. Nuestro cerebro ya ha evaluado si peleando hay alguna posibilidad de salir de la situación o terminar con ella. Y todo esto también en segundos.

Y si tampoco podemos luchar (porque tenemos una pistola en la cabeza), nuestro cerebro decide que hay que disociarse del todo y colapsarse. Y eso es como irse al limbo.

El limbo es el lugar a donde nos lleva nuestro Sistema Nervioso Parasimpático en su rama dorsal vagal.
Técnicamente hablaríamos de sensaciones de despersonalización y desrealización: dos experiencias disociativas que hacen que vivamos la situación como si no fuera real: en cámara lenta, con la sensación de estar fuera del cuerpo viendo lo que le está ocurriendo a nuestro cuerpo desde un lado, desde arriba, o desde ese limbo.

El limbo es un lugar donde no está pasando todo lo que siente el cuerpo. Hay una anestesia generada por nuestro Sistema de Supervivencia que hace que no sintamos el dolor que siente nuestro cuerpo en ese momento. Ni el dolor emocional. Ni pensamos en lo que pasa. Simplemente no estamos presentes en la experiencia. Nos hemos disociado.

La disociación es la separación de dos o más cosas que estaban unidas.

A nivel psicológico y hablando de trauma, la disociación tiene que ver con la propia fragmentación interna que produce un trauma. Nuestro Sistema Nervioso Autónomo produce experiencias disociadas para sobrellevar lo que sucede.

En la fase de activación simpática, las necesidades básicas del cuerpo están disociadas. No se siente sed, ni hambre, ni frio, ni calor… algo que ocurre también cuando la gente está muy estresada y no se da cuenta que lleva horas sin ir al baño hasta que la vejiga está a punto de reventar.

La propia activación disocia cualquier emoción. En este estado la gente sólo suele sentir nervios y hasta que se calma el sistema nervioso, es muy difícil que conecten con las emociones.

Cuando el cerebro decide que lo mejor es irse al limbo porque no hay ninguna alternativa, lo que se disocia es el sentimiento, los pensamientos y las sensaciones que el cuerpo está teniendo. Se disocia todo lo que resulta abrumador y esto implica que la mujer que está siendo violada deja de percibir el dolor físico y emocional que está sintiendo el cuerpo. En ese momento está anestesiada de la experiencia, y después de la experiencia puede seguir actuando como si no sintiera nada.

Es lo que se llama la muerte en vida. Una sensación de sumisión total donde no hay reacción ante lo que sucede.

En estos casos nos pueden hablar de algo muy traumático como si nos contaran una anécdota que le ha ocurrido a otra persona y hay una tendencia a contarlo una y otra vez sin ninguna emoción. Y no hay emoción congruente porque está disociada. No hay conciencia de la experiencia ni del impacto emocional porque no se puede sentir.

Pero el cuerpo tiene memoria y ese sufrimiento va a despertar desconectado de la experiencia a través de emociones o sensaciones físicas que no se relacionan con aquello que pasó, pero que son reviviscencias de lo que no se pudo sentir conscientemente por ser demasiado abrumador.

En el duelo pasa todo lo contrario. Es cierto que el duelo tiene una fase de schok donde hay incredulidad y otra fase de negación donde no se siente el dolor que produce la pérdida, porque se niega la propia pérdida, pero lo que caracteriza a un duelo es precisamente la intensidad emocional. La tristeza, la rabia, la culpa, la soledad… se siente tanto que parece que nunca vamos a terminar de sentir todo eso.

La gente con buena autoestima sufre menos de auto reproche, culpa, odio, envidia que las personas que tienen un concepto negativo de sí mismas. Los duelos se complican cuando los complejos, el ego, traumas de apego, etc. entran en juego. Pero la vida no está en peligro porque alguien decida romper la pareja. El rechazo duele y mucho pero no activa nuestro sistema de supervivencia.

Además, los duelos no necesitan psicoterapia normalmente. Son procesos que hacemos de manera natural con la gente que nos apoya y los rituales de despedida que nos ayudan a aceptar la situación. (A menos que el duelo esté congelado, sea complicado o sea un duelo traumático, que entonces sí necesitarían ayuda profesional).

Los traumas no resueltos suelen necesitar psicoterapia especializada en trauma. Hablar de ello una y otra vez no sirve más que para desregular nuestro sistema nervioso y retraumatizarse. Porque nadie va al oftalmólogo si lo que tiene es un problema digestivo.

Tenemos que empezar a aceptar que ir a un profesional en salud mental, no sólo es necesario, sino que muchas veces es imprescindible para recuperar el control de nuestra vida.
Y si hay algo que falta durante y después de un trauma, es precisamente la sensación de control.

                                                                                                                           Olga Rey Valenciano